
Pero, para desgracia del buen comer, la moda por lo japonés está derivando en la aparición de una serie de establecimientos que pervierten esta rica tradición gastronómica y la acaban reduciendo a un sushi de arroz pastoso, pescado barato y wasabi tan picante como falso. Por eso, es más meritoria la labor de restaurantes como Tastem, capaces de ofrecer la auténtica esencia nipona sin sucumbir en ese mar de mediocridad.

Así, con las bases tan bien asentadas, un excelente producto y un cierto desparpajo creativo se consiguen platos que nos sumergen de lleno en el sabor más japonés. Como ejemplo, el «sunomono», la tradicional ensalada japonesa de pepino y algas con vinagre. En Tastem la encontramos con pulpo y una amplia variedad de algas, que permite descubrir texturas, del crujiente al gelatinoso, y apreciar los diversos grados de yodado que nos aportan.
Aunque, como es lógico tampoco falta el sushi y el sashimi. La ventresca de atún luce unas espectaculares vetas de grasa entreveradas con el músculo que le otorgan esa untuosidad y sabor imposible de olvidar. Y el toque característico es la salsa que le acompaña, que contribuye a ensalzar su sabor. El secreto reside en una combinación de diversas salsas, entre las que la de soja y sobre todo la de pescado, le aportan ese inolvidable toque umami.
La ventaja de unas bases claras es que en Tastem se pueden permitir usar el mejor producto mediterráneo sin perder un ápice de orientalidad. Ocurre con la presa de cerdo ibérico, adobada con salsa de miso. O en el tartar de atún, prodigiosa combinación del pescado, aguacate, cebolla y tempura. El tiramisú de té verde o el chocolate con helado de sésamo también nos evidencian que la fusión llega hasta las postres.
